miércoles, 11 de noviembre de 2015

Era de color caoba.



Lo recorrí con mis dedos lentamente. Su suavidad me inundo de tranquilidad, su belleza reflejaba la luz de la madrugada. Me recordó una infancia feliz y una navidad. 

No entendí el porque. 

Me gusta la navidad. La relaciono con las luces y con la nieve. En la población donde vivía cuando era niño era muy raro ver nevar, pero si recuerdo el frío que atenazaba mi cuerpo durante los largos días de invierno. 

Allí, a la orilla del río, veía todas las mañanas el suelo lleno de escarcha, de una escarcha blanca que me parecía un maravilloso milagro. 

Me gustaba verla derretirse al tocarla con los dedos y recuerdo también el frío que sentía en mis manos después. De nada sirvieron los consejos de mi madre que me quería poner los guantes a toda costa, porque a mí lo que me gustaba, al igual que me gusta ahora, es sentir la vida fluyendo por mis dedos. 

Lo único que quedo impreso en mi memoria es aquella sensación de frío recorriendo mis jóvenes manos. 

Un día mis padres compraron uno. Recuerdo aun cuando lo subieron a casa desmontado en innumerables piezas, fue todo un acontecimiento. Lucia en el salón con un aspecto maravillosamente regio y eso que no era de cola. 

Aquellas imágenes navideñas o esos villancicos me emocionan aun. 

Poco a poco di la vuelta a su alrededor. Mis dedos seguían recorriéndolo. Cuando llegue a las teclas mis manos se fueron directamente a ellas. Me senté imaginando un multitudinario auditorio, sentí por un instante miles de miradas puestas en mis manos, respire profundamente y… 


Señor, me dijeron desde detrás, regrese a su butaca por favor.


https://www.youtube.com/watch?v=QyaSU6zZidg

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario