martes, 17 de mayo de 2016

No recordaban los años que llevaban juntos




Les hacía gracia cuando oían frases como “media naranja”. No podían evitar mirarse y sonreír.

Muchos años atrás surgió un matrimonio entre dos personas que no se conocían, a Elena su padre le había dicho que era lo más conveniente para todos y ella lo acepto.


Eran otros años, años de penuria y de tristeza, años en los que la lluvia caía triste y seca, años en los que las sonrisas habían desaparecido tragadas por un episodio atroz, antinatural, que les había hecho prisioneros de su vida sin haber nacido aun.

Elena tenía el cabello precioso y aún sin cuidarlo llamaba la atención. Muchas veces recordaba el día en que conoció a Enrique. Decir que estaba nerviosa sería una nimiedad, estaba alterada pero firme en lo que ella sabia que sería el principio de una nueva vida.

Él era enjuto y pequeño, lo cierto era que no podía definírsele como un hombre guapo, pero al verla por primera vez sonrió. Aquella sonrisa cambiaría su vida.  Los padres muy serios y las madres intentando ser agradables y corteses, sabían muy bien lo que sentían sus hijos en ese momento.

A los pocos días los casaron, apenas habían convivido un par de horas juntos y la ceremonia fue corta y triste. Elena miraba la iglesia vacía y no entendía el porque ya que ella era una persona soñadora y esta situación no correspondía con su vida, o eso pensaba ella.

Los siguientes días se conocieron, vivían con sus padres y debido a las largas jornadas de trabajo de Enrique coincidían poco, pero poco a poco fueron forjando una amistad que hoy era su principal fuente de vida y felicidad.

La primera noche que durmieron juntos la pasaron abrazados atenazados por el miedo, pero con el tiempo fueron encontrando razones y descubriendo unos cuerpos, unas caricias y la infinita alegria de
estar juntos.

Primero fue la lucha por salir adelante e independizarse, después los hijos y sus carreras y casi sin darse cuenta volvieron a la soledad del principio, ellos dos y la vida, pero ya eran otras personas, una pareja que no sabía vivir el uno sin el otro, que no tenían ni que hablar porque se comprendían solo con mirarse. 


Despues de una vida juntos solo añoraban la juventud perdida y muchas tardes hablaban casi en susurros cómo les hubiera gustado que esta fuera, pero siempre al terminar esos deseos y esas aventuras surgía el último e imprescindible deseo:



Haberse conocido





 

jueves, 12 de mayo de 2016

Sofía


Tenía unas lamparitas en sus ojos que iluminaban su mirada.



Aquella mañana se despertó agobiada, casi nunca soñaba, lo consideraba hasta raro, pero desde hace algunos todas las noches se repetía el mismo sueño.

Y eran sueños preciosos, en todos aparecía un enorme campo de amapolas rojas donde ella paseaba cogida de la mano con un hombre, a partir de aquí cada día era distinto. Un día se abrazaban, otro se amaban, otro se separaban…


Sofía llevaba una vida intensa, después del trabajo le esperaban en casa su marido y sus hijos, lo cierto era que los quería con todo su corazón, pero a raíz de estos sueños empezó a darse cuenta de la monotonía de su vida.

A veces David, su marido, le decía que era una fanática del orden y de la limpieza. Dada su holgada posición económica tenían en casa una persona que se hacía cargo de casi todo. David quería que Sofía fuera feliz y procuraba facilitarle la vida pero ella se sentía vacía y a menudo su mirada se perdía en la distancia.

David se pasaba largos ratos contemplándola, muchas veces al acostarse fingía leer un libro hasta que ella se dormía, después la recorría con su mirada. Con el paso de los años conocía cada milímetro de su cuerpo mejor que el suyo propio, después apagaba la luz y se disponía una vez más a soñar con ella.


Era un mundo de sueños con dos protagonistas.


Sofía y David tenían el mismo sueño cada noche, pero ninguno de los dos lo sabía, ni tampoco sabían quién era aquel acompañante misterioso que noche tras noche intentaba hacerlos felices…



jueves, 5 de mayo de 2016

Manuel

Manuel trabajaba en un banco. Todas las mañanas llegaba a la oficina y después de ordenar algunos papeles se marchaba a visitar clientes.

Su trabajo le gustaba, tenia la suficiente libertad para organizarse y no estaba preso a una mesa como sus compañeros, por el contrario los malos modos de algunas personas y esas horas pendientes del trafico le molestaban. Por eso decidió aquella mañana que la dedicaría a disfrutar de aquel sol de mayo.

Lo primero que hizo fue bajar las ventanillas de su coche y poner música muy alta. Le encantaba la música de su juventud, incluso a ratos recopilaba canciones de aquellos años para escucharlas en el coche.

Al llegar a un semáforo se le acerco un anciano para pedirle limosna. Manuel era una buena persona y le dio pena. Metió la mano en su bolsillo y saco una moneda. Era de dos euros y por un momento pensó en buscar otra mas pequeña, pero al ver la cara de aquella persona alargo la mano y se la entrego.

El anciano bajo los ojos y le dio las gracias, por cierto le dijo, hoy cambiara tu vida.

Aquella frase lo perturbo, su vida era casi perfecta, bueno pensó... no tanto y arranco.

Paro a tomar un café mientras seguía dándole vueltas a esa frase, ¿y si fuera cierto? Tendría que comprar lotería, o un numero de la once o… El café estaba allí enfriándose en la barra de aquel bar mientras Manuel soñaba despierto.

Cogió un periódico y miro el horóscopo, a ver Aries que dice, se quedo aterrado cuando leyó “hoy cambiara tu vida”

Dos veces no puede ser coincidencia pensó, esto es verdaderamente real, ¿será un golpe de suerte o conoceré al amor de mi vida? se pregunto, miro al camarero, detrás de el había unos números de la Once, compró uno de cada, estaba ilusionado y se marcho a hacer una primitiva. Al andar miraba a todas las mujeres bellas que pasaban a su lado, una de estas puede ser la elegida.

Y yo que pensaba que tenia una vida perfecta... jajaja sonrío.

Con todo un arsenal de números de dirigió de vuelta a la oficina, hoy me marchare antes a casa y esperare mi suerte.

Cuando salía de la oficina el subdirector le llamo, Manuel ¿tienes un momento? Queremos hablar contigo. Manuel entro con el al despacho del director y allí se lo dijeron.

Manuel eres uno de los mejores trabajadores que tenemos, pero… la compañía…



Sus labios temblaron… a partir del lunes prescindiremos de ti.