domingo, 21 de enero de 2024

La escalera


Cuando compró ese miniapartamento ya le llamo la atención. Esa escalera en forma de caracol daba acceso a un espacio superior que el anterior dueño utilizaba como almacén.

Sara pensó en colocar aquí su cama.

El día que vacío las pocas cosas que quedaban, encontró una bonita caja de marfil. Dentro de ella había una colección de cartas de amor. Sara dudó unos segundos, pero al final leyó una de ellas. Se quedó prendada. Guardo aquella caja y continúo vaciando.

Días más tarde tenía el apartamento listo. A Sara no le gustaba tener muchos muebles, solamente los necesarios, eso sí, se colocó arriba una enorme cama. En la mesilla dejo la caja, su tesoro. Así, pensó, podre leer una de esas cartas antes de dormirme.

Sara era muy joven y casi no había dedicado tiempo al amor. Era concienzuda y exigente consigo misma, y aquel apartamento era el resultado de un reto más, el penúltimo, como le gustaba decir a ella.

Aquella primera noche la celebro con dos amigas, abrieron una botella de cava y terminaron riéndose de ellas mismas, Ya sola en casa subió a acostarse. Recordó las cartas y leyó una. En un momento estaba sumergida en aquella bella historia de amor que la atraía poderosamente.

Noche tras noche siguió leyendo aquellas cartas, poco a poco se dio cuenta de que esperaba todas las noches con impaciencia la hora de sumergirse en aquella lectura que la transportaba a un mundo azul, a un mundo que jamás había vivido.

Cuando era vencida por el sueño, aquellas cartas se apoderaban de ella.

Por fin era ella la protagonista de una maravillosa historia de amor. Incluso sentía que la abrazaban, que la acariciaban, no deseaba despertar.

Pero un martes se despertó sobresaltada, sintió que la tocaban. Abrió los ojos y lo vio. Lo conoció al instante, era él, el protagonista de sus sueños. Intento comprender, pero no lo consiguió, de un salto se levantó de la cama asustada, pero la mala suerte la persiguió, dio un traspié y cayó rodando por la escalera.


Sus ojos quedaron abiertos, un fino hilo de sangre apareció en su boca.

viernes, 29 de diciembre de 2023

El tablon de anuncios


Aquella mañana apareció un cartel en el tablón de anuncios de la urbanización. Este consistía en una hoja tamaño A3 con dos números y un signo enorme en su interior.

Decía: 3 - 2

Si hubiéramos puesto una cámara nos hubiera llamado poderosamente la atención la expectación que aquellos tres signos generaban en todos los que pasaban. Cada uno le daba un significado distinto según su estado de ánimo y sus gustos en la vida.

Manolo, el vecino del patio siete, lo miro y después de sonreír comenzó a pensar en los partidos jugados el fin de semana anterior. Azalea, la del ático del patio tres, se frotó la barbilla y huyo asustada con paso firme hacia la calle.

Incluso Fermín, el portero, creyó intuir un mensaje relacionado con sus turnos de trabajo mientras observaba con interés y cierta desconfianza las reacciones de algunos vecinos, sobre todos los que consideraba que no lo tragaban.

Aquella jornada muchas personas se pararon delante de aquel cartel que al principio les parecía absurdo y después les intrigaba, a más de uno o una les impediría conciliar el sueño esta noche.


Salimos por la tarde al acabar nuestro trabajo, te cogí de la mano y te acerqué al tablón. Al momento sonreíste y me diste una leve y cariñosa patada, ja, ja, ja reías a carcajadas.


Tonto, me dijiste.


¿Qué les importa a los vecinos lo que hicimos anoche?





martes, 26 de diciembre de 2023

La puerta



Todas las tardes volvía del trabajo por aquella calle. Siempre había registrado una gran actividad, pero desde hacía un tiempo empezaron a cerrar algunos comercios. La frenética actividad comercial había dado paso a una cierta imagen de desamparo y abandono.

Esa tarde la recorría sin prisa, después de un largo día de trabajo en la oficina quise tomarme un tiempo de relax antes de llegar a casa. Una casa que, como el resto de días, encontraría vacía.

Pasé por delante de aquella puerta y la vi. Allí, insertada en la cerradura una llave asomaba. Estaba adherida a un llavero con forma de cruz, una enorme cruz. En ella serigrafiado ponía “Ego in finem vitae”

Me pare y mire alrededor, estaba solo y anochecía. Jamás me fijé en que existía aquella puerta. Lo cierto es que tampoco recuerdo lo que había aquí.

Unos periódicos oscurecidos por el sol tapaban los cristales. Saqué mi teléfono y con su luz intenté observar con más detalle, pero no fui capaz de hacerlo.

Perplejo así la llave y la giré empujando la puerta.

Me sorprendí por mi audacia y a la vez por mi poca cabeza, ¿Qué se me había perdido a mí allí? Me asomé y alumbre con mi teléfono. Fue increíble, parecía que me había trasladado a otro mundo.

Era una sala inmensa llena de antiguo mobiliario. Si no hubiera sido porque estaba allí hubiera pensado que aquello era una broma. Di un par de pasos, hacía un frío helador que no se correspondía con la suave temperatura que había en la calle, será por estar cerrada, pensé.

Apague la luz y deje que mis ojos se acostumbran. Entraba una tenue luz por las ventanas que cada vez me pareció mayor. Avance hacia el fondo, de repente descubrí una puerta rodeada de una débil franja de luz que variaba al ritmo de una vela.

Aunque mi razón me impulsaba a marcharme, una maravillosa sensación me empujaba hacia aquella luz. Poco a poco avanzaba sintiendo mi corazón golpear cada vez con más fuerza mi pecho. Estaba a punto de llegar a ella cuando sentí que algo me tocaba el hombro, giré mi cabeza y…



Unos días más tarde, al llegar unos obreros a aquel local para comenzar unas obras se encontraron una macabra imagen. Un cuerpo yacía asido por el hombro a una de las estanterías. La expresión de sus ojos era de terror y tenía todos sus miembros completamente ajados. Puertas y ventanas estaban tapiadas por lo que no se explicaron por dónde había podido entrar.

Los policías que acudieron quedaron perplejos, otra cosa inexplicable, murmuró uno de ellos, desde que cerraron esta casa hace unos años hemos tenido varios casos así.


Se metió las manos en los bolsillos y se marchó.



sábado, 9 de diciembre de 2023

Sara adoraba la música




Le hacía portar a mundos que jamás conocería y vivir experiencias prohibidas para ella.

Todas las mañanas seguía la misma rutina, era la mayor ventaja de vivir sola. Ya podía llover, nevar o inundarse la ciudad que como cada día a las 8 en punto fichaba en su oficina, el almuerzo de 9:30 a 10 y hasta las 15:30 en punto que volvía a fichar, solamente la acompañaba la soledad de una mesa con mil papeles y un viejo ordenador.

Sara no se relacionaba con nadie, a veces la confundían con un mueble, perfectamente metódica y eficaz, entendía ese trabajo como un desarrollo de su forma de vivir.

Sus compañeros la observaban apenados e intentaban imaginar cómo sería la vida de Sara una vez fuera de aquellos muros. Ninguno podía imaginar la explosión de vida que sufría al adentrarse en aquella habitación.

Tenía en su casa una habitación pintada en color rosa muy pálido, una ventana protegida por un cristal azul claro la acercaba al mundo exterior. En su centro una silla y una mesa que se completaba con un espectacular equipo de sonido.

Sara llegaba a casa y comía como un pajarito, picaba esto, aquello, por la noche solía cocinar, pero cocinaba para varios días, el resto del tiempo lo repartía entre aquel espartano dormitorio y esa habitación.

Un poco después de comer se introducía en otro mundo, Sara dejaba de ser la persona que veían todos y surgía la poeta visionaria que recorría mundos de amor intransitados, puestas de sol incombustibles de color rojo pasión, pasión como la que Sara volcaba en sus poemas deshaciendo en pequeñas frases su corazón.

Solo escuchaba unas pocas canciones, no oía nada más. La consecución de temas y esa ventana azul eran su vida, su inspiración, una inspiración que hacía brotar amores imposibles que con su pluma se transformaban en abrazos a la luz de la luna o en noches de pasión interminables, donde siempre dos gotas de agua se encontraban y terminaban sumergidas en ese mar imposible que es el amor.

Unos poemas que eran solo para ella, que sabía que no saldrían de aquella habitación y eran una parte imprescindible de su segunda vida, la más importante.

Ya de noche, agotada, Sara salía de aquella habitación, le aburría estar fuera de ese mundo que tejía poco a poco, recordaba un poco a su familia, alguna llamada y el descanso.

Al acostarse su mirada se perdía en la puerta de su habitación rosa y sonreía, un día de estos entraré para no salir nunca, pensaba, y poco a poco se sumergía en un sueño que estaría guiado por unos versos estériles, que nunca llegarían a crecer delante de los ojos de otras personas.

Eran como la vida de Sara, una larga soledad que nunca vería el sol de una sonrisa ni la ternura de unos brazos que la rodearan….


 

viernes, 8 de diciembre de 2023

Aquella cena….




La tarde había comenzado muy bien. A media tarde caían los cubitos en las copas de los tres amigos. 

Esa noche siempre habían cenado cada uno en su casa, pero este año decidieron hacer algo distinto. De entrada la cena seria especial ya que no pensaban cocinar esa tarde. 

Se acercaron a un gran almacén y cogieron varios platos preparados, quizás hayamos cogido muchas cosas frías, le dijo uno a otro. Mejor, le respondió, así trabajaremos menos. 

Lo dicho, después de comer ya estaba comenzando la cena, su cena, y que mejor manera que comenzarla que con unos gin tonic’s en su pub favorito. Uno y después otro hasta que el camarero les explico, con gran persuasión, que tenían que cerrar. 

Lo primero que sacaron al llegar a casa fue una botella de vino, un magnifico Dalmau reserva del 2011 que le habían regalado a uno de ellos. Las tres copas brindaron mientras unos villancicos sonaban en el estéreo. Poco a poco intentaron impregnarse del espíritu navideño que inundaba todo. 

Una y otra vez planearon todo, el tiempo pasaba a su alrededor sin apenas darse cuenta. Uno, dos, tres, muchos más fueron los brindis aquella noche que avanzaba a su pesar. Fueron a preparar la mesa, intentaron repartirse las tareas y una vez más terminaron decidiendo al lado de la tercera botella de vino. 

Cerca de la medianoche se sentaron a cenar. El tiempo y la noche los abrazaba, poco a poco entendieron que lo importante no era la cena ni esa noche, era su sola presencia la que hacia que mereciera la pena.

Solo el momento, solo las personas....





 

miércoles, 6 de diciembre de 2023

María




María se asomo a la ventana. Vio un montón de gente recorriendo las calles adornadas con las luces navideñas. Con lo que le gustaba la navidad de joven, ahora la odiaba.

Volvió la cabeza instintivamente y allí estaba, tirado en el sofá y con el mando en la mano.

Cuantas veces había pensado en dejarlo y le habían fallado las fuerzas. Recordó unos años felices y aquellos largos paseos. Pepe nunca había sido detallista ni cariñoso pero la quería de verdad, o eso decía.

Años de convivencia habían dado origen a esto. Si acaso un murmullo lleno de desplantes era lo que María recibía cada día. Cuando aun iba a misa le gustaba volver dando la vuelta al paseo, le recordaba aquellos años.

Pepe le había dicho que le gustaba ser besucón, pero a ella no se lo había demostrado. Ahora tras tres largos años de paro había asumido la situación y con un –a mi me van a coger.... anda ya- evitaba presentarse en cada una de las ofertas de empleo que ella le buscaba.

Con el poco dinero que María sacaba fregando escaleras y la ayuda social se apañaban. Si por lo menos no fumara…

A ella le hubiera gustado tener hijos, el le repitió una y otra vez que no los aguantaba, claro que sin relaciones tampoco pudieron llegar. Cuando se acostaban le daban ganas de acariciarse pero al final no lo hacia, una mujer de su edad….

Lo que mas le dolió de su hermana es que le dijera que no tenia valor para dejarlo, ¿que haría el sin ella a su lado? aun estaría peor.

Esa noche se acostaron pronto, ella le dijo que cuanto llevaba sin ducharse, el la mando a la mierda.

Entre los ronquidos tomo una decisión.


¿Qué haría yo sin el?





sábado, 2 de diciembre de 2023

Os estaré esperando, no tardéis….


Siempre que miraba la luna sentía algo especial. Algunas noches de verano solía sentarse en la terraza de su casa a mirarla.

Era entonces cuando brotaban aquellas maravillosas ideas de su mente, era cuando sentía temblar sus manos de emoción sin causa aparente, cuando corría a buscar su ipad para transcribir aquel aluvión de ideas que, como si fuera una pequeña explosión brotaban de su mente.

A el le encantaban esas noches, era cuando creaba sus mejores obras.

Porque cuando no estaba ella presente aparecian esas noches largas en las cuales hervía su cabeza llena de pensamientos en la oscuridad, esas noches que se le hacían tediosamente eternas.

El ya conocía los fantasmas de la oscuridad, esos viejos conocidos que le hablaban todos a la vez y que intentaban cambiar la belleza por soledad y amargura.

Siempre quiso viajar a la luna. Se imaginaba recorriéndola de la mano de Tintin al que tanto leyó de joven, acompañado de Julio Verne que le hizo visitarla unos años mas tarde y siempre acompañados de su desbordante imaginación.

Una imaginación que ahora le lleva a imaginar una y mil historias verdaderas solo en su mente y durante ese rato en el cual se convierten en una parte muy importante de el.

Pero siempre después de la noche llega el día. Sale el sol y esos sueños dejan paso a una vida mil veces mas aburrida, en la que la realidad se hace dueña y señora de esos sueños que hasta la noche no volverán.



Os estaré esperando, no tardéis….