domingo, 2 de noviembre de 2025

El puñal

El soldado se acerca a la salida.


Me cambio de posición frente al televisor, supongo que por los nervios.

Unos pasos atropellados parecen dirigirse hacia la puerta. Mi madre no está. Espero que pasen de largo, pero entonces suena el timbre y alguien aporrea con fuerza.


La figura del soldado me recuerda a los de mi juego.

—Déjame pasar y escóndeme, tengo que curarme —me dice.


Lo llevo a la cocina. Su sangre lo mancha todo.

—Dame algo de comer —me pide.

Miro la nevera: hay poca cosa, pero le doy un vaso de leche.


Al momento, se oyen de nuevo pasos cerca de la puerta.

—Tengo que irme —susurra, y saltando por la ventana desaparece, corriendo como el diablo.


Instantes después, vuelvo a oír ruidos, más pasos.

Intento asomarme, pero no me atrevo.


Entonces noto que despierto.

Es increíble lo que he soñado. Tendré que hacer más caso a mi madre y no jugar tanto a la Play.

Siento sed. Me levanto y voy hacia la cocina.


Y allí me quedo helado.

Encima de la mesa hay un puñal y una nota que solo dice: “Gracias.”

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