jueves, 24 de marzo de 2022

Se asomó a la ventana.

Estaba ya anocheciendo y sintió frío, intento aclarar sus ideas sin resultado.

Desde esta mañana todo había cambiado y ya nada parecía lo mismo.

Recordó entonces lo que siempre le decía su abuela – “hijo mío nada es lo que parece” – Hoy aquella frase que tanto le gustaba repetir se había hecho realidad.

Jamás pensé que me enfrentaría a un hecho así….

Pero, no podía esperar más, había que actuar porque la situación lo necesitaba. Una, dos, tres veces movió la cabeza. Sus ojos buscaban alguna pista que le desentrañara una parte de aquel misterio.

Alargo su mano y temblando la toco, sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Poco a poco fue acariciando aquel cuerpo que estaba tendido en el suelo, al principio le pareció inerte pero de repente vio que abría los ojos.

Aquellos ojos le parecieron maravillosos, no podía dejar de mirarlos y se sintió interrogado por ellos. En ese momento comprendió la necesidad de hablarle, de saber algo más, pero la situación le bloqueaba la garganta. No sé qué hago aquí, pensó, necesito salir.

Pero aquellos ojos le atraían, le impedían marcharse. Ciérraselos y vete, pensó, pero sus manos no le obedecían. Al fin la había encontrado, era ella de verdad, la que durante toda su vida había buscado y la encontraba allí, no podía creerlo.

Suspiro y cerro aquella ventana. Poco a poco se fue marchando, cerró sus ojos y salió a la calle.

Nunca lo sabrá nadie.



jueves, 10 de marzo de 2022

La importancia de llamarse Emilio



El día que nació no estaba su padre.


Era jueves como hoy.

Unos años antes, su padre había inaugurado una ferretería y desde el primer día pasaba horas y horas intentando levantar su negocio. Su padre decidió entonces que era mejor procurar una vida holgada a su familia que cuidarlos.

Unos meses después de nacer, Emilio ya era una parte importante de aquel negocio. En aquella pequeña capital de provincias se conocían todos y él era una parte del día a día de aquel negocio. Tumbado en una especie de cuna al lado de la mesa de su madre, pasaba los días buscando algo en el aire que ni aun él sabía.

Cuando empezó a ir a la escuela le pusieron un hueco allí mismo para que estudiara, él no podía concentrarse entre tanto trajín y hubiera preferido estudiar en el silencio de su casa. Bastante inteligente, incluso diría que brillante, hacía sus trabajos en un santiamén y después soñaba despierto.

Años más tarde el negocio iba viento en popa, un día le dijo a su madre que adoraba el arte y que quería estudiar algo relacionado con él. Su padre, al enterarse monto en cólera, él era el sucesor al frente de aquel negocio y tenía que estudiar otra cosa. Comenzó a hacer administración de empresas.

Aunque tuvo que irse a estudiar fuera, cada fin de semana ayudaba en la ferretería, él soñaba con ser libre y recorrer el mundo, pero el amor que tenía por sus padres le impedía hacer otra cosa.

No se le conocían novias, termino la carrera y le pidió a su padre un año sabático. Su padre le aconsejo retrasar hasta que estuviera a cargo de aquel negocio. Poco a poco el tiempo pasó, Emilio dejo de ser joven y al final se acostumbró a aquella vida. De vez en cuando aprovechaba para inundarse con sus pasiones, ya fuera asistiendo al teatro, las pocas veces que había, incluso se propuso hacer un grupo de arte para hablar de su pasión.

No encontró tiempo, cada vez tenía más trabajo, más empleados y estaba más inmerso en el negocio. La gente que lo veía lo envidiaba, se había comprado una impresionante mansión que había llenado de pequeñas obras de arte, un coche que era una joya y que además casi no utilizaba. Algún día que lo sacaba le llamaban la atención las miradas que le profesaban.

Jamás le vio nadie sonreír hasta aquel día.

Salió tranquilamente de casa, monto en su coche y no se le volvió a ver nunca.

Por cierto, era jueves como hoy.