martes, 22 de noviembre de 2016

La llave




Todas las tardes volvía del trabajo por aquella calle. Recordaba que tenía una gran actividad pero desde hacía unos años empezaron a cerrar algunos comercios. La frenética actividad había dado paso a una cierta imagen de desamparo y abandono.

Esa tarde la recorría sin prisa, después de un intenso día de trabajo en la oficina quiso tomarse un tiempo antes de llegar a casa. Una casa por cierto tristemente vacía.

Pasaba por delante de aquella puerta y la vio. Allí, insertada en la cerradura una llave asomaba. Estaba adherida a un llavero con forma de cruz, una enorme cruz. En ella serigrafiado ponía “Ego in finem vitae”




Me pare y mire alrededor, estaba solo y anochecía. Todos los días pasaba por aquí y jamás me fijé en que existía una puerta. Lo cierto es que tampoco recuerdo lo que había aquí.

Unos periódicos oscurecidos por el sol tapaban los cristales. Saqué mi teléfono y con su luz intente observar con más detalle pero no fui capaz de hacerlo. 

Perplejo así la llave y la gire empujando la puerta.

Me sorprendí por mi audacia y a la vez por mi poca cabeza, ¿Que se me había perdido a mi allí? Me asomé y alumbre con mi teléfono. Fue increíble, parecía que me había trasladado a otro mundo.

Era una sala inmensa llena de antiguo mobiliario. Si no hubiera sido porque estaba allí hubiera pensado que aquello era una broma. Di un par de pasos, hacia un frio helador que no se correspondía con la suave temperatura que había en la calle, será por estar cerrada, pensé.

Apague la luz y deje que mis ojos se acostumbran. Entraba una tenue luz por las ventanas que cada vez me pareció mayor. Avance hacia el fondo, de repente descubrí una puerta rodeada de una tenue franja de luz que variaba al ritmo de una vela.

Aunque mi razón me impulsaba a marcharme una maravillosa sensación me empujaba hacia aquella luz. Poco a poco avanzaba sintiendo mi corazón golpear cada vez con más fuerza mi pecho. Estaba a punto de llegar a ella cuando sentí que algo me tocaba el hombro, gire mi cabeza y…



Unos días más tarde al llegar los obreros a aquel local para comenzar unas obras se encontraron una macabra imagen. Un cuerpo yacía asido por el hombro con una de las estanterías. La expresión de sus ojos era de terror y tenía todos sus miembros completamente ajados. Puertas y ventanas estaban tapiadas por lo que no se explicaron por dónde había podido entrar.


La policía que acudió se quedó perpleja, otra cosa inexplicable, murmuró uno de sus compañeros, desde que cerraron esta casa hace unos años hemos tenido varios casos así.  


Se metió las manos en los bolsillos y se marchó.



viernes, 11 de noviembre de 2016

Olvídame tu




No recordaba desde cuando la quería, sabía que era desde mucho antes de conocerla. 
 
Aquel domingo decidió subir a caminar por la montaña. Lo cierto es que utilizaba aquellos paseos para reflexionar en silencio, pero aquel día intuía que era especial, muy especial.

Cogió las botas y se subió al coche. Había quedado con Ángel a tomar un café. No lo había visto desde hacía mucho tiempo y lo cierto es que le apetecía verlo.

Al entrar en aquel café casi se sentía nervioso, jaja sonrió que tonto estoy. 

Cruzo la puerta y allí estaba, parecía que no habían pasado los años por él.

Después de abrazarse empezaron las anécdotas y los recuerdos, tantos años estudiando juntos habían dado para muchas. Se sentía genial, tanto que hasta por un momento pensó en quedarse con él toda la mañana.
 
El café dio paso al almuerzo y de allí a otro café. Casi no apreciaba la hora.

Pasadas las doce se despidieron con otro fuerte abrazo. No dejaremos pasar tanto tiempo la próxima vez se dijeron al despedirse.

Bajo del coche y miró a su alrededor, se colocó las botas y echó a andar. Pronto llegó a aquel mirador sobre el lago. Se sentó en el banco y transcurrieron unos largos minutos.

Cuando noto que le brotaban las lágrimas se puso en pie. Miro hacia el suelo, después al lago y casi en silencio murmuró:




"Responde a mi nombre

Si te lo susurran
Arranca de todo mi piel
Que es tan tuya
Que arda mi cuerpo si
No estás conmigo amor


Olvídame tú 
Que yo no puedo
No voy a entender el amor
Sin ti


Olvídame tú 
Que yo no puedo
Dejar de quererte
Por mucho que lo intente
No puedo amor
Olvídame tú"



Miguel Bose




martes, 8 de noviembre de 2016

Nevaba fuera



Apoyó su frente en la ventana y vio como sus suspiros se convertían en niebla sobre el cristal. 

La forma de los copos la maravillaban, no sabía cuál de ellos mirar, cuál elegir mientras sus ojos oscilaban frenéticamente de uno a otro. 

Su madre le decía a menudo que cuando ella era niña nevaba muchos días, que en casa intentaban resguardarse del frio apretándose con sus hermanos mientras su padre atizaba los pocos troncos de la chimenea con un hierro. 

Después siempre esas miradas que cruzaba con su madre, aquellas lágrimas en los ojos.

Sus años, después de conseguir aquel trabajo, la llevaron a la Universidad. Aquella facultad la acercó a un clima más cálido y a un mar plagado de reflejos color oro, ahora añoraba esos atardeceres rojos, esa espuma de las olas, ese aroma a agua. 

Pero ella sabía que era de secano, la prueba es que en cuanto terminó de estudiar comprendió que su sitio estaba allí junto a los suyos. Atrás quedaron esos amigos y esa persona tan especial. 

Muchas veces se había preguntado qué fue de su vida, donde estaría ahora. 

Hoy, como todos los domingos acompañaría a su madre a la Iglesia de Santa Lucía, cuantas mañanas de domingo la había cogido del brazo y habían recorrido aquellas calles. 

Pero hoy era distinto, era Navidad, y su padre no las vería salir de casa sonriendo.

Siempre pensé que lo echaría de menos pero no fue así, Se fue una mañana de junio sin casi despedirse, desde aquel día no había visto sonreír a su madre. 

Vamos mamá, gritó mientras volvía la cara hacia la puerta de su habitación. Se nos hace tarde, pero su madre no contestó, estaba ensimismada mirando por la ventana, ni se había vestido. 

Vamos, le animó. 

Hoy no hija, le contestó mirándole a la cara, ni hoy ni ninguna Navidad más…