jueves, 21 de enero de 2016

Todas las mañanas me miro al espejo.




Mis ojos encuentran un pelo canoso, unos ojos cansados y una mirada perversa.

Unas canas que me recuerdan una vida cargada de emociones, de recuerdos y de personas. 

En ese momento pienso en los años transcurridos, en las lágrimas inexistentes y derramadas, en las sonrisas halladas y perdidas. Me asaltan todas esas fantasías que están almacenadas en un rincón de mi mente llamado “sueños” que nunca llegaron a realizarse.

A través de esos ojos he contemplado la belleza, la frescura y la timidez, la angustia, el miedo y el terror. Son la ventana que tiene mi corazón, la forma de expresar la dulzura, la alegría o la tristeza. 

Mi ventana a tu mundo. 

Y esa mirada es el reflejo de una persona que se resiste con uñas y dientes a dejarse poseer por el paso de los años, que siente como su corazón y su mente atraviesan los mejores momentos de su vida, y en la que a pesar de todos los triunfos y fracasos no cambiaría ninguno de esos momentos, de esas decisiones tomadas, de todas y sobretodo ninguna de una de esas personas que han compartido una vida y unos sueños.

Hoy tornado en una opaca sonrisa, desearía que la felicidad fuera un bien infinito que pudiera repartirse con una mirada, con un deseo, que la alegría fuera una condición indispensable para sentir, para estar vivo. 

Esa mirada perversa de por las mañanas sabe que, un día más, luchare por ser y hacer felices a los demás, porque la alegría y la dulzura este presente a cada instante y porque ese maravilloso cielo azul no nos abandone nunca.

Y aunque sea un poquito tarde os deseo un feliz año


Por cierto hoy hace un frío pero maravilloso día. 




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