viernes, 22 de julio de 2016

La música nos acariciaba




Aquella canción me recordaba mi juventud, tu aroma era maravilloso y así, tan apretada a ti solo quería sentirte rodear mi cuerpo y dejar hasta de respirar.

Nunca había sabido bailar por eso aquella noche sonreí al proponérmelo. ¿Yo, bailar? Jajaja te respondí, pero tú estabas decidido, sonreíste y tirándome de la mano entramos en aquel local.

Por cómo te trataron supe que eras uno de esos clientes asiduos, incluso note alguna mirada cómplice entre aquel camarero bajito y tú.

Lo cierto es que como siempre estoy enganchada a la música esa nueva faceta me resultaba a la vez emocionante y terrible.

Buscaste una mesita al lado de la pista y empezaste a narrarme pasos y movimientos. Por el brillo de tus ojos entendí que aquellos pasos eran para ti algo más que una pasión, eran una parte muy importante de tu vida.

Tú ya sabias, te lo dije hace un tiempo, que cuando contemplaba tus ojos me olvidaba de todo lo demás, y que desde aquel día en el que nos besamos estar juntos era algo más que una necesidad.

También te dije que te acompañaría desde la libertad que nos prometimos mutuamente. Me contestaste que un susurro a veces obliga más que un grito, dando gala de esa ternura y esa sensibilidad que siempre te acompañaba.

Tú me repetías que no querías red en el amor, que preferías caer y volver a empezar 100 veces a vivir una vida anodina e insulsa, y lo decías con una ternura y una sencillez que me desarmaba una y otra vez.

Pero esa noche veía un brillo en tus ojos que no había apreciado nunca.

¿Te atreves?, me preguntaste feliz, vamos, te respondí.


Empuje tu silla de ruedas y salimos a la pista…



2 comentarios:

  1. Genial, Rafael. No sólo me has sorprendido, me has emocionado. Gracias por ser tan sensible. Un abrazo

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  2. Ana, ¿Qué haría yo sin ti? Me das fuerza para seguir plasmando mis ideas. Te nombro mi primera (y mejor) seguidora.

    En serio, mil gracias.

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