viernes, 26 de febrero de 2016

Amanda




Salió el tercer toro. Lo cierto es que no entendía lo que hacia yo allí aquella tarde. Para una persona como yo defensor a ultranza de los animales la situación era, por decir algo enojosa. 

Todo empezó aquella mañana, caminaba por la calle y me encontré con mi amigo Miguel. Tienes que hacerme un favor me dijo, lo mire a sus ojos, irradiaba la misma claridad en su mirada que tenía siempre, pero sus exageradas ojeras me llamaron la atención.

Dime, le conteste, titubeo al principio pero al fin se decidió. Llevo dos días que no duermo, me están pasando cosas sin explicación…. Lo note hundido, con afecto trate de alargar mi mano hacia el pero se apartó inquieto. 

Lo observe en silencio unos segundos. Su pelo aun alborotado y su cara mostrando una barba de varios días me inquietaron. Dime Miguel… que te ocurre. Otra vez levanto hacia mí su mirada pero la bajo inmediatamente, note cierta vergüenza por su parte. Recordé entonces las tardes que pasamos juntos hacia ya muchos años, todas esas charlas en las que imaginábamos una maravillosa vida cargada de deseos y satisfacciones.

Recordé también nuestros primeros escarceos amorosos, aquellos años éramos inseparables pero en este momento sentía una enorme barrera entre nosotros. Por favor, le dije cogiéndole un brazo con mi mano, ¿recuerdas a Amanda? Me pregunto. Amanda, ¿Cómo no iba a recordarla? Fue nuestra aquella temporada, primero mía y luego suya, maravilloso y dulce al principio, doloroso después para aquella pareja de adolescentes. Recuerdo que cuando nos abandonó nuestra amistad creció aún más. 

Si, la recuerdo, conteste. Hace un año, me dijo, la encontré por casualidad cuando caminaba por la calle. En unos minutos estábamos tomando un café y recordando viejos tiempos y así hasta anteayer. Mi vida cambio aquel día, quedo atrás mi vida anterior, poco a poco abandone a mi pareja, a mis hijas, deje hasta el trabajo, dios mío, toda mi vida. Temblaban mis labios al escucharlo, lo note hundido y hastiado, fuera de sí.

Hace tres días desapareció, solo tengo un numero al que no contesta y una tarjeta con un dibujo que encontré en mi casa después de marcharse. Me entrego aquella tarjeta, tenía una imagen extraña, no la había visto nunca, déjame ayudarte, le dije. 



De vuelta a casa empecé a indagar, mire en internet pero no aparecía nada, el caso es que me recordaba algo pero no sabía que. Estaba pensando en abandonar cuando de pronto sentí como una inspiración. Me recordaba una imagen como las que tenían algunas ganaderías. Volví a la carga y allí estaba, era la imagen de una ganadería.

Eufórico empecé a buscar una relación, el próximo domingo toreaban con sus toros en la plaza de mi ciudad. Pensé en decírselo a Miguel pero creí mejor buscar a Amanda entre los asistentes. 

El domingo estaba allí mucho antes de comenzar. Me situé en la misma puerta de acceso dispuesto a encontrarla. Poco a poco empezó a venir la gente, cada vez se me hacía más difícil controlarla por el gran número de asistentes.

De repente una mano me agarro el brazo por detrás, me volví y allí estaba ella, serena, hermosa, plantada sonriéndome ante mí. Sabía que vendrías, me susurro al oído. 


Sígueme, me dijo…. 


2 comentarios:

  1. Qué magnífico, Rafael. Has logrado sorprenderme con la respuesta de Amanda. Cada vez me gusta más como escribes. Mis felicitaciones y un abrazo muy fuerte

    ResponderEliminar
  2. Gracias Ana por tu comentario. Para mi es un privilegio que me sigas. Un abrazo

    ResponderEliminar