domingo, 13 de diciembre de 2015

José estaba cansado



Cansado de vivir, cansado de que todos los días fueran lo mismo, una secuencia de rutinas interminables con solo un resultado: otro día mas.

Pero lo que mas le hundía era su mirada. Era una mezcla de lastima y de asco.

Todo fue bien hasta esa maldita crisis. Aquellos días comprendió lo que sus mas apreciados, y creía amigos, compañeros de trabajo podían hacer por intentar salvar lo insalvable: nada.

Aquellas mañanas que se juntaban con las tardes, aquellas noches de insomnio le enseñaron que la vida era distinta a como el hasta hoy pensaba que era. Toda su vida trabajando y sentía que había descuidado lo mas importante: las personas de su alrededor.

María siempre le había dicho que quería tener hijos, el por fin entendió lo que durante tantos años había obviado, comprendió porque ella se había volcado en la parroquia y el porque de esos silencios estériles.

Un día, después de casi agredir al funcionario del paro porque no le miraba a los ojos, supo que jamás volvería a trabajar. Todos esos años de esfuerzo se resumían en nada.

Si hubiera tenido lo que hay que tener se habría arrojado por esa ventana que tanto miraba María, pero sin darse cuenta empezó un proceso de deterioro terrible, su única preocupación era tener un paquete de reserva en el cajón.


Con eso era suficiente





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