jueves, 28 de julio de 2022

Sonia siempre se había creído un conejo



Desde que tuvo uso de razón estuvo convencida de ello. Y no solo era por sus dientes y orejas, todo en ella le recordaba a ese encantador animal.

Estaba tan convencida de ello que al cumplir los 13 años comenzó a escribir un diario al cual le puso el nombre “diario de un conejo”. En él, además de narrar con pelos y señales todas las actividades que realizaba a lo largo del día, plasmaba las opiniones que desde su visión “animal” tenía del mundo y de las personas que la rodeaban.

Poco a poco estas opiniones ocuparon la práctica totalidad de su diario.

Sus padres empezaron a estar preocupados, ya que lejos de disimular sus facciones, como haría cualquier niña de su edad, Sonia las acentuaba. Un día su madre le pregunto el porqué de su comportamiento a lo que Sonia le respondió con un escueto –soy lo que soy y no necesito disimularlo-

Al cumplir los 18 años casi todo el parecido había desaparecido. Sonia era una preciosa jovencita que se empeñaba en parecerse a un conejo con febril insistencia.

Un día regresando de la universidad observo su figura en un escaparate. Dos cosas le llamaron la atención, la primera su altura, la segunda lo que habían cambiado sus facciones. Se asustó, ella que había sido toda su vida un conejo, ya no lo era ¿Qué sería de su vida a partir de ahora?

Esa noche no durmió, su cabeza bullía en plena ebullición. ¿Qué sería de ella de ahora en adelante? Al despertar se vistió y casi sin arreglarse salió de casa.

Era un precioso día de primavera, según avanzaba hacia la universidad percibía que algunas personas la miraban, nunca hasta hoy le había importado, hoy sí.

Se enojó, dio media vuelta y volvió hacia su casa.

Tumbada en la cama recordó el cuento del patito feo y trato de imaginarse tan feliz como aquel cisne blanco….

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