domingo, 12 de febrero de 2017

El calcetin

Llovía.

Habíamos dejado atrás las congestionadas calles de Barcelona. Nuestro destino: un centro comercial situado en las afueras de la ciudad.

Esta pesado el trafico, te dije. Tu me respondiste con un escueto sí. Estabas más pendiente de tu móvil que de mi.

Aparque en el subterráneo, te agarre de la mano y salimos a la abarrotada plaza. Soy poco amigo de estas zonas comerciales y las pocas veces que voy me hago la misma pregunta: que les darán a todas estas personas que están aquí, nunca creo que lo entienda.

Pero hoy habíamos decidido venir, nuestro objetivo era claro, o eso pensábamos entonces, iríamos directamente a buscar un electrodoméstico y un mueble que necesitábamos para casa.

Hay una cosa que me llama poderosamente la atención de las tiendas de muebles, que todas las camas y sofás que exponen estén siempre ocupados por tipos o tipas sonrientes que, supongo, están comprobando sus bondades. Pero hoy una cosa me ha llamado la atención, a esta “sana” costumbre se ha añadido la de las fotos practicando los selfies.

Maravillado he quedado, posiblemente esta noche al abrir el face o el instagram descubriré alguna de esas interesantes fotos que contemplo ahora su ejecución.

El caso es que, como otras veces, nuestro periplo por la tienda de muebles terminó sin resultados, a veces pienso que cuando llevas una idea predefinida, encontrar multitud de opciones produce el efecto inverso, no saber cual elegir.

De camino a buscar el electrodoméstico se cruzó en nuestro camino una archiconocida tienda de nombre color verde y nos dejamos arrastrar por visitarla. Craso error, después de muchos minutos recorriendola optamos por coger un pack de calcetines para uno de los niños.

En la caja nos ofrecieron una bolsa que rechazamos. Una vez fuera comenzamos con el reparto de este material por los distintos bolsillos, había que protegerlos de la lluvia.

Dos pares terminaron en tu bolso, el tercero en un bolsillo de tu abrigo, y así continuamos nuestra infructuosa mañana de compras.

Unas horas después llegábamos sedientos a casa y te dispusiste a sacar el enorme botín de toda esa mañana de compras.

Observe que registrabas tus bolsillos y el bolso y no entendí tus gestos, me acerque y te pregunte. Me falta un calcetín, dijiste. No puede ser, replique, mira bien.

Vi que te enfadabas por momentos, este no aparecía.

Me miraste y poco a poco una carcajada estalló de nuestras bocas.


Ya tengo tema para mi próximo post, te dije sonriendo mientras tu estirabas de mi mano para acercarme a ti con sonrisa picarona. 




2 comentarios:

  1. No te lo vas a creer pero hace unos días me ha ocurrido lo mismo con unos guantes así que me he sentido muy identificada con los protagonistas de tu historia. Un beso, Rafael

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