miércoles, 20 de julio de 2016

Vi el anuncio al regresar del trabajo




Decía: Videoclub La Roseta, este martes Vacaciones en Roma. Así de simple, así de sencillo. Lo cierto es que para una persona como yo que adora el cine con el título me sobraba. 

Mi mente inmediatamente voló a la Roma que visitaba Ana (Audrey Hepburn), esa joven princesa en busca de una vida distinta. Por un momento desee ser Joe (Gregory Peck) y sumergirme en esa historia maravillosa de amor. 

Pero lo que verdaderamente me llamo la atención es el anuncio. Ni un teléfono ni una dirección. Me quede intrigado. 

Desde allí hasta que entre en casa mi mente combinaba cientos de incógnitas y posibilidades, buscaba una razón y a la vez sonreía, espero que no hayan sido tan torpes, me decía. Encendí mi ordenador y busque en San Google “videoclub la roseta y mi ciudad” al momento miles de posibilidades se abrieron ante mí. 

Comencé a entrar una por una, había comentarios que me desconcertaban pero el nexo común era una persona y el estilo de las películas. No me lo pensé dos veces cogí el teléfono y llame al contacto. 

Una sensual voz me atendió al otro lado, Hola, dije. Sé por qué llamas, respondió. 

A partir de aquí una inusual conversación rodeada de intriga y de misterio que cada vez me atraía más. Para una persona como yo de costumbres fijas y movimientos predefinidos esta aventura excitaba sobremanera mi mente. 

Quedamos en vernos al día siguiente ya que me tenía que evaluar antes de hacerme partícipe de la dirección del club. Durante todo el resto del día y de la noche no me pude quitar de la cabeza aquella conversación. 

Al día siguiente acudí a la cita. Habíamos quedado en el Café París a las 7 de la tarde. Unos minutos antes entre en el local y me senté en una silla al lado de la ventana. Espere un buen rato pero nadie acudió. Cuando ya estaba en la puerta para marcharme sonó mi móvil. Era ella. 

Solo una palabra: Espera, me dijo. Me volví a sentar y espere. 

Unos minutos más tarde entró en el bar una anciana. Miro alrededor y se acercó a mí. Antes que pudiera levantarme ella estaba sentada a mi lado. Pídeme un café, me ordenó. Le obedecí. 

Tengo fama de mal carácter pero aquella persona producía un efecto extraño en mí. La observe, ella no levantó los ojos, solo dijo sígueme ¿y el café? respondí. ¡¡sígueme!! me ordenó. 

Me acerque a la barra, deje un billete de cinco euros y salí corriendo detrás de ella. Al volver la esquina se descubrió, la imagen cambió. Aquella anciana encorvada y oscura resultó ser una mujer madura con un espectacular atractivo físico. 

No podemos dejar pistas me dijo, lo más importante de nuestro club es el anonimato. Hoy lo vas a conocer, solo quiero advertirte que somos muy pocos miembros. Pensé que tenía al lado una persona que había perdido el juicio, hasta estuve a punto de soltar una carcajada, pero decidí seguirla. 

Llegamos a un lúgubre patio y me pidió que subiera al primer piso, así lo hice.

Solo había una puerta por lo que la abrí y entre. No había nadie. Pensé que me habían tomado el pelo pero cuando me daba la vuelta para marcharse una puerta se abrió, me acerque, estaba completamente a oscuras. 

La habitación se iluminó, allí estaban todos, mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo. 

Sorprendido retrocedi hasta chocar con mi anfitriona.


Feliz cumpleaños me dijo y entonces lo recordé.



 Hoy era 14 de marzo.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario