Cansado de vivir, cansado de que todos los días fueran lo
mismo, una secuencia de rutinas interminables con solo un resultado: otro día
mas.
Pero lo que mas le hundía era su mirada. Era una mezcla
de lastima y de asco.
Todo fue bien hasta esa maldita crisis. Aquellos días
comprendió lo que sus mas apreciados, y creía amigos, compañeros de trabajo
podían hacer por intentar salvar lo insalvable: nada.
Aquellas mañanas que se juntaban con las tardes, aquellas
noches de insomnio le enseñaron que la vida era distinta a como el hasta hoy pensaba
que era. Toda su vida trabajando y sentía que había descuidado lo mas importante:
las personas de su alrededor.
María siempre le había dicho que quería tener hijos, el por
fin entendió lo que durante tantos años había obviado, comprendió porque ella
se había volcado en la parroquia y el porque de esos silencios estériles.
Un día, después de casi agredir al funcionario del paro porque no le miraba a los ojos, supo que jamás volvería a trabajar. Todos esos
años de esfuerzo se resumían en nada.
Si hubiera tenido lo que hay que tener se habría arrojado
por esa ventana que tanto miraba María, pero sin darse cuenta empezó un proceso
de deterioro terrible, su única preocupación era tener un paquete de reserva en
el cajón.
Con eso era suficiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario