Pasó la enfermera con la pastilla de la noche. –He traído una
pastilla para dormir- señaló sin sacarla
del bolsillo –sí, ya sé que no quiere tomarla, pero por si acaso- Ni contesté. Salió y apagamos la luz. La habitación
se sumió en la penumbra, un punto de luz mínimo al nivel del suelo impedía la
oscuridad absoluta. Esta noche me costaba conciliar el sueño y comencé a dar
vueltas en la cama.
Poco a poco comencé a oírlos, al principio no les di importancia
pero poco a poco reclamaron mi atención. Procedían del baño y eran como rumores
acompasados que se oían intermitentemente. Comencé
a imaginar estando mi vista fija en el techo de la habitación. De repente un
sobresalto, la puerta del baño se abrió.
Y después nada.
Y después nada.
No aguanté sin saber más, poco a poco me levanté y fui en
silencio hacia el baño. Agarré la puerta abierta y miré, creí ver algo, me
sobresalté y después no recuerdo nada.
Fui despertando poco a poco, sentí un dolor sordo en mi
pierna, acerqué mi mano y me asusté, tenía la pierna vendada.
Accioné el interruptor de la luz y no reconocí la habitación.
Mi primera idea era que no había despertado aún. De repente
un pensamiento me asaltó, un espejo, necesito un espejo. Como pude me levanté y
entré al baño, lo que vi en el espejo me derrumbo.
Ante mí, un cuerpo de mujer, mucho más joven que yo pero ajado por
la vida. Con la mano libre me acaricie el rostro, sentí mi mano recorrer
una barbilla desconocida, vi unos ojos tristes y derrotados fijos en mí, ¿Dónde
estaba yo? ¿Dónde estaba mi brazo?
Me sentí desfallecer, me senté en una pequeña banqueta e
intenté comprender la situación sin éxito. Me sentía solo y desolado, buscaba
mi vida y no correspondía a este cuerpo, a esta situación. ¿Estaría perdiendo
la razón? Salí del baño y me tumbe en la cama de aquel hospital otra vez.
Mi cabeza hervía
acompasada al ritmo de mis pensamientos, intentaba buscar una explicación a una situación
imposible. Sin apenas percibirlo caí en un desasosegado sueño.
Sobresaltado desperté, me eché mano a la pierna primero,
tocando después el resto de mi cuerpo. Estaba frío y empapado en mi propio
sudor. Con la ayuda de mi asustado acompañante fui al baño, allí delante del
espejo estaba yo otra vez.
Una ducha y una conversación más tarde, la tranquilidad y el
convencimiento de haber tenido una pesadilla me hicieron calmar. Me había parecido
tan real que no paraba de mirar mi pierna y mi brazo.
Pasadas unas horas me puse la bata y salí a pasear por el
pasillo. Cuando ya regresaba se abrió la puerta de la habitación de enfrente.
Creí desvanecerme cuando la vi, sus ojos, su boca, su pierna
vendada.
No me cupo la menor duda…
Qué bueno, Rafael, y qué inquietante. Muchas veces he tenido miedo de vivir experiencias parecidas. Un beso y sigue, por favor, regalándonos con tus letras.
ResponderEliminarGracias por tu apoyo, sin el creo que hace tiempo que me hubiera rendido. Un besazo
EliminarCreo Rafa que reflejas momentos que estas viviendo...intrigante..Un besico
ResponderEliminarEn parte si, pero no te dejes engañar por las palabras...
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