Me pasaba el día corriendo de un lado para otro sin apenas tiempo para
nada.
Me daba mucha pena no poder disfrutar más de mis hijos, pero como decía
el mayor," mamá esto es lo que hay". Y no le daba más vueltas, tenía
razón. Mi profesión era muy esclava y me ocupaba casi todo el día, y encima
tenía la desgracia de marcharme casi siempre con los problemas a casa.
Trabajamos en el mismo hospital. Los dos somos médicos pero la verdad es
que casi ni nos vemos. Estamos en diferentes plantas y no solemos coincidir ya
que él la mayor parte de los días tiene quirófano y yo estoy en consultas
externas.
Nuestras vidas han sido siempre muy ajetreadas y no hemos tenido tiempo
para nada.
Quizás por eso pasó todo tan desapercibido. Siempre creí que mi vida era
completa. Tenía un marido al que amaba y él a mí... Unos hijos llenos de salud
y eso para mí era más que suficiente.
Un día llegué al hospital como siempre y fui a cambiarme. En mi taquilla
había un papel que solo ponía "10:00, habitación 580, Hotel NH" Miré
el papel varias veces sin entender que pasaba en ese hotel, pero pronto me
asaltaron las dudas.
¿Era una advertencia o una cita? ¿Y si en él encontraba a mi marido con
otra mujer? Eso fue lo primero que me vino a la cabeza, para que engañarnos, en
un hotel no puede pasar otra cosa más que eso. El corazón se me aceleraba y
estaba al borde de una crisis de angustia cuándo salí corriendo del hospital.
Decidí ir allí y comprobarlo.
Cada vez estaba más convencida que era una advertencia, comencé a
imaginar quién podría ser la otra, Ana su compañera, que estaba siempre con
él...pero nuestra amiga Alicia era una mujer muy atractiva. No paraba de darle
vueltas a todo.
Cogí el coche pensando en mis hijos. Lloraba calladamente y pensaba en
los años que llevábamos casados y todo lo que habíamos construido juntos. Una
bonita familia. ¿Cómo se lo iba a decir a los niños?
Cuando llegué al hotel, mi corazón estaba desbocado y las lágrimas
corrían por mis mejillas. Subí en el ascensor y pensé en dar la vuelta y hacer
como si nada. Ojos que no ven, corazón que no siente. Pero necesitaba saber
quién era la otra y porque habíamos llegado a esto.
Llamé a la puerta y desde dentro escuché la voz de Félix. Creí
desmayarme.
Cuándo abrió la puerta sonriente pensé que no esperaba que fuera yo, y esa sonrisa de idiota no se le iba de la cara. Lo empujé y comencé a buscar por todas partes, mientras Félix sonreía y me decía "¿Acabaste?". Entré en el baño, miré debajo de la cama, detrás del sillón. Y lo peor es que él sonreía con esa cara de idiota.
Cuándo abrió la puerta sonriente pensé que no esperaba que fuera yo, y esa sonrisa de idiota no se le iba de la cara. Lo empujé y comencé a buscar por todas partes, mientras Félix sonreía y me decía "¿Acabaste?". Entré en el baño, miré debajo de la cama, detrás del sillón. Y lo peor es que él sonreía con esa cara de idiota.
Pausadamente se sentó en la cama y comenzó a hablarme. Así no podemos
seguirme dijo sonriendo. Yo no sabía que pensar y lo peor de todo es que me
sentía una mezcla entre atrapada y avergonzada.
El se dirigió hacia una mesa que había con una botella de cava y dos
copas.
Pensé que jamás habíamos estado juntos en una habitación igual que esa. Agaché la cabeza y lloré. Se sentó a mi lado y comenzó a hablar. Así no podíamos seguir, este ritmo de vida nos estaba haciendo perder lo mejor que teníamos, nuestra familia. No teníamos tiempo para disfrutar de nuestros hijos.
Yo lo miraba sin saber qué decir.
Pensé que jamás habíamos estado juntos en una habitación igual que esa. Agaché la cabeza y lloré. Se sentó a mi lado y comenzó a hablar. Así no podíamos seguir, este ritmo de vida nos estaba haciendo perder lo mejor que teníamos, nuestra familia. No teníamos tiempo para disfrutar de nuestros hijos.
Yo lo miraba sin saber qué decir.
Esa habitación era para nosotros, él había dejado la nota y yo me sentí
avergonzada de haber desconfiado de él. Me propuso abandonar nuestros trabajos
y marcharnos con los niños. Había cientos de sitios donde nuestra profesión
sería quizás más necesaria que aquí.
Lo miré y lloré y le dije que sí,
nos besamos y abrazamos. Casi no me acordaba de lo que lo quería, era una joya.
En medio de tanta emoción y se abrió la puerta de la habitación, era Ana, la
compañera de Alberto que acudía a la cita…
Puf! Me ha dejado impresionada el final. Creí que el marido lo había planeado para arreglar su matrimonio
ResponderEliminarA veces dejamos lo importante por lo secundario y es que no hay nada más importante que la familia.
Un abrazo y felicidades