Estaba terminando la convención. Entre despedidas sucedió, un
traspié, un tropezón, un… resultado: una mala caída. Al ir a levantarme lo
note, aquel brazo no estaba bien.
Hacía días que la maquina empaquetadora hacia un ruido
extraño. La habían comprobado los de mantenimiento sin observar nada extraño, pero
esa mañana sucedió, un ruido como un suspiro, algo que golpeo su pierna y luz,
mucha luz.
Las emergencias acompañadas de la Policía Local acudieron. Unos
minutos después esperaba en un pasillo de urgencias sentado en una vieja silla de ruedas. La enfermera se acercó
al técnico de la ambulancia. Ya te firmo yo, le dijo, estamos colapsados. Él le
sonrió y se marchó.
Abrió los ojos y vio un extraño techo blanco, enseguida se
dio cuenta que era un hospital, al percatarse que había despertado su madre se acercó,
acariciándole la frente le susurró: vaya susto que nos has dado cariño. Entonces comenzó
a recordar.
Me introdujeron en un box, al lado solo se oían susurros y
gritos, una voz de una persona mayor no paraba de preguntar por su escalera,
tranquilo papa, le decía una voz de mujer, después otra vez gritos y susurros. Yo pensaba que no tendría nada importante ya que nadie me hacía caso.
¿Qué me ha pasado? Le preguntó a su madre. Un accidente, un
terrible accidente que podía haber sido peor. Su madre era la pura imagen del optimismo.
Creo que te van a operar, ahora vendrá el doctor.
Hola soy la doctora Rey, traumatóloga. Vaya pastel que te has
hecho camarada, me dijo sonriente. Vamos a hacerte unas placas y evaluamos. Tranquilo,
de esta no morirás. Al momento avanzaba por un pasillo. La escena me recordó
algunas películas, pero los golpes que le propinaban continuamente a la camilla impedían concentrarme.
El doctor era guapísimo, con una gran ternura le explicó que
una de las piezas de la maquina había reventado y se había incrustado en su
pierna. Te hemos estabilizado y retirado el objeto pero ahora hay que
reconstruir y te lo harán fuera de aquí. ¿Cómo te encuentras? Sin dejarle
contestar le informó que la trasladaban a una clínica de Barcelona.
Después de las placas vino la traumatóloga, te vamos a
minimizar el problema y te enviaremos a tu clínica de referencia a ver si
conviene operarte. Dicho y hecho, me inyectaron calmantes y me redujeron la fractura. El día siguiente,
después de un sinfín de llamadas y circunstancias, por la tarde ingresaba en la habitación 207 de
una clínica de Barcelona.
La ambulancia paró en la puerta de urgencias. Después de
diversas pruebas y evaluaciones quedó ingresada en la habitación 217. Su madre
descansó por fin, no había traído casi ropa.
Pero qué bien escribes, Rafael. Con unas pocas palabras creas una historia llena de emociones, con esos cambios de perspectiva que dan profundidad a la trama y despiertan la expectación del lector por saber lo que sucederá. Un abrazo muy fuerte y mis felicitaciones
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