Había una vez un súper, vamos había muchísimos pero la aventura que te voy
a narrar se produjo precisamente en este…
Era enorme, aquel día estaba abarrotado de gente, tanto que algunas
personas se estorbaban al pasar con los enormes carros. Siempre me he
preguntado porque los carros son tan grandes, en fin, al pasar por un lateral
de un pasillo una imagen me llamo la atención.
Era una señora mayor, no tengo facilidad para adivinar la edad pero diría que
tenía más de ochenta años. Pues bien, esta señora me llamo poderosamente la atención
por la forma en que se comportaba. Recorría el pasillo de lado a lado con una
bolsa de gran tamaño en su mano.
Observe el entorno y aprecie que todas las personas que había en aquel pasillo
la miraban de reojo y la ignoraban. No es normal pensé y después de unos
segundos me acerque.
Señora, le dije, ¿está usted bien? Sí, me dijo. Es que venía con mi nieta y
no la encuentro. Déjeme que la acompañe a la caja y la buscamos, no, me dijo, volverá
aquí. Es mejor que la llamemos por los altavoces, le dije. No, es mejor esperar
aquí me volvió a decir la señora.
¿Cómo se llama su nieta y cuántos años tiene? Es que no lo recuerdo me dijo
ella.
Venga conmigo por favor, nos dirigimos a la entrada del súper, yo la notaba
azorada, pensé que toda esa historia de la nieta era una invención suya. Al
llegar a la caja pregunte por el encargado y salió, en su despacho había una
niña llorando, le explique y allí estaban las dos abrazándose.
Ahora vendrá su madre a recogerlas, me dijo el encargado. Allí las deje.
Mientras volvía a mi compra anterior pensé en la situación vivida, toda
aquella cantidad de gente ignorando a aquella mujer.
¿En que nos hemos convertido?
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