martes, 26 de diciembre de 2023

La puerta



Todas las tardes volvía del trabajo por aquella calle. Siempre había registrado una gran actividad, pero desde hacía un tiempo empezaron a cerrar algunos comercios. La frenética actividad comercial había dado paso a una cierta imagen de desamparo y abandono.

Esa tarde la recorría sin prisa, después de un largo día de trabajo en la oficina quise tomarme un tiempo de relax antes de llegar a casa. Una casa que, como el resto de días, encontraría vacía.

Pasé por delante de aquella puerta y la vi. Allí, insertada en la cerradura una llave asomaba. Estaba adherida a un llavero con forma de cruz, una enorme cruz. En ella serigrafiado ponía “Ego in finem vitae”

Me pare y mire alrededor, estaba solo y anochecía. Jamás me fijé en que existía aquella puerta. Lo cierto es que tampoco recuerdo lo que había aquí.

Unos periódicos oscurecidos por el sol tapaban los cristales. Saqué mi teléfono y con su luz intenté observar con más detalle, pero no fui capaz de hacerlo.

Perplejo así la llave y la giré empujando la puerta.

Me sorprendí por mi audacia y a la vez por mi poca cabeza, ¿Qué se me había perdido a mí allí? Me asomé y alumbre con mi teléfono. Fue increíble, parecía que me había trasladado a otro mundo.

Era una sala inmensa llena de antiguo mobiliario. Si no hubiera sido porque estaba allí hubiera pensado que aquello era una broma. Di un par de pasos, hacía un frío helador que no se correspondía con la suave temperatura que había en la calle, será por estar cerrada, pensé.

Apague la luz y deje que mis ojos se acostumbran. Entraba una tenue luz por las ventanas que cada vez me pareció mayor. Avance hacia el fondo, de repente descubrí una puerta rodeada de una débil franja de luz que variaba al ritmo de una vela.

Aunque mi razón me impulsaba a marcharme, una maravillosa sensación me empujaba hacia aquella luz. Poco a poco avanzaba sintiendo mi corazón golpear cada vez con más fuerza mi pecho. Estaba a punto de llegar a ella cuando sentí que algo me tocaba el hombro, giré mi cabeza y…



Unos días más tarde, al llegar unos obreros a aquel local para comenzar unas obras se encontraron una macabra imagen. Un cuerpo yacía asido por el hombro a una de las estanterías. La expresión de sus ojos era de terror y tenía todos sus miembros completamente ajados. Puertas y ventanas estaban tapiadas por lo que no se explicaron por dónde había podido entrar.

Los policías que acudieron quedaron perplejos, otra cosa inexplicable, murmuró uno de ellos, desde que cerraron esta casa hace unos años hemos tenido varios casos así.


Se metió las manos en los bolsillos y se marchó.



No hay comentarios:

Publicar un comentario