Llovía.
Habíamos dejado atrás las congestionadas calles de Barcelona.
Nuestro destino: un centro comercial situado en las afueras de la ciudad.
Esta pesado el trafico, te dije. Tu me respondiste con un
escueto sí. Estabas más pendiente de tu móvil que de mi.
Aparque en el subterráneo, te agarre de la mano y salimos a
la abarrotada plaza. Soy poco amigo de estas zonas comerciales y las pocas
veces que voy me hago la misma pregunta: que les darán a todas estas personas
que están aquí, nunca creo que lo entienda.
Pero hoy habíamos decidido venir, nuestro objetivo era
claro, o eso pensábamos entonces, iríamos directamente a buscar un
electrodoméstico y un mueble que necesitábamos para casa.
Hay una cosa que me llama poderosamente la atención de las
tiendas de muebles, que todas las camas y sofás que exponen estén siempre
ocupados por tipos o tipas sonrientes que, supongo, están comprobando sus
bondades. Pero hoy una cosa me ha llamado la atención, a esta “sana” costumbre
se ha añadido la de las fotos practicando los selfies.
Maravillado he quedado, posiblemente esta noche al abrir el
face o el instagram descubriré alguna de esas interesantes fotos que contemplo
ahora su ejecución.
El caso es que, como otras veces, nuestro periplo por la
tienda de muebles terminó sin resultados, a veces pienso que cuando llevas una
idea predefinida, encontrar multitud de opciones produce el efecto inverso, no
saber cual elegir.
De camino a buscar el electrodoméstico se cruzó en nuestro
camino una archiconocida tienda de nombre color verde y nos dejamos arrastrar
por visitarla. Craso error, después de muchos minutos recorriendola optamos por
coger un pack de calcetines para uno de los niños.
En la caja nos ofrecieron una bolsa que rechazamos. Una vez
fuera comenzamos con el reparto de este material por los distintos bolsillos,
había que protegerlos de la lluvia.
Dos pares terminaron en tu bolso, el tercero en un bolsillo
de tu abrigo, y así continuamos nuestra infructuosa mañana de compras.
Unas horas después llegábamos sedientos a casa y te
dispusiste a sacar el enorme botín de toda esa mañana de compras.
Observe que registrabas tus bolsillos y el bolso y no
entendí tus gestos, me acerque y te pregunte. Me falta un calcetín, dijiste. No
puede ser, replique, mira bien.
Vi que te enfadabas por momentos, este no aparecía.
Me miraste y poco a poco una carcajada estalló de nuestras
bocas.
Ya tengo tema para mi próximo post, te dije sonriendo
mientras tu estirabas de mi mano para acercarme a ti con sonrisa picarona.
No te lo vas a creer pero hace unos días me ha ocurrido lo mismo con unos guantes así que me he sentido muy identificada con los protagonistas de tu historia. Un beso, Rafael
ResponderEliminarGracias por tu interes.
EliminarUn besazo