Tenía una colección completa en su casa. Desde siempre le había gustado escribir
y dibujar. Aun recordaba cuando de pequeño sus manos cogían un papel y un lápiz,
como acariciaba la punta esa maravillosa hoja blanca, le gustaba hasta el
sonido que producía.
Con los años aquellos comienzos se habían transformado en pasión, una pasión
por cualquier cosa que tuviera que ver con la escritura. Cada vez que pisaba
una librería pasaba un rato recorriendo pasillos, admirando formas y colores,
si pudiera la compraría entera.
También pensó en montar una librería, hubiera sido maravilloso poder pasar
las horas rodeado de lo que más le gustaba, pero temió la reacción contraria
con el paso del tiempo.
Años más tarde una amiga le regalo una pluma. No era nueva pero a él le
entusiasmo. Fue cuando descubrió que cada una de ellas tenía un nombre y un corazón,
a aquella primera le puso el nombre de ella y aun ocupa el mejor puesto de su colección.
También averiguo que cada una tenía un alma y una esperanza, que no solo eran una mera herramienta para escribir o lucirlas en un bolsillo. Cada vez que acariciaba su mano mientras escribía le contaba una historia que el intentaba plasmar en un papel.
También averiguo que cada una tenía un alma y una esperanza, que no solo eran una mera herramienta para escribir o lucirlas en un bolsillo. Cada vez que acariciaba su mano mientras escribía le contaba una historia que el intentaba plasmar en un papel.
Una de sus aficiones más especiales era limpiarlas, colocaba aquel paño en
la mesa y las desmontaba una a una, las revisaba, limpiaba y elegía una que le acompañaría
durante unos días. Un tiempo después el mismo proceso, siempre igual.
Un día quiso hacerle un regalo a una persona muy especial y recorrió varias librerías hasta encontrar una de ellas que se adaptaba a la persona elegida. Cogió su pequeño tesoro y le puso un nombre. Una vez bautizada se la entrego.
Con ellas había escrito las más bellas historias, los versos más dulces y más audaces, solo ellas habían contemplado las lágrimas de sus ojos cuando se emocionaba al escribir, cuando pensaba que no existía mayor alegría o cuando aquella tarde le rompieron el corazón.
Un día quiso hacerle un regalo a una persona muy especial y recorrió varias librerías hasta encontrar una de ellas que se adaptaba a la persona elegida. Cogió su pequeño tesoro y le puso un nombre. Una vez bautizada se la entrego.
Con ellas había escrito las más bellas historias, los versos más dulces y más audaces, solo ellas habían contemplado las lágrimas de sus ojos cuando se emocionaba al escribir, cuando pensaba que no existía mayor alegría o cuando aquella tarde le rompieron el corazón.
Intento escribir con varias de ellas pero no le salían las palabras.
Entonces lo entendió…
Entonces lo entendió…
Hoy, por primera vez en muchos años, se han quedado todas en casa.
¿Por qué dejarnos en casa ? Con lo bien que nos lo pasamos juntos!
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