Desde que había entrado no paraba de seguirnos…
Era
una preciosa tarde de diciembre, cogí tu mano y la estire. Tus ojos se volcaron en
mi, esta anocheciendo, me dijiste y no es la mejor hora.
Siempre
me habían dado yuyu los cementerios pero en ese momento solo quería entrar.
Las
figuras que reconocía con aquella luz me parecían maravillosas, intentaba
adivinar cada detalle, cada figura, cada nombre solo para imaginar que sentido
tenían aquellas edificaciones y aquellas frases.
Si mis restos tienen que reposar algún día quiero que sean aquí, te susurre al oido,
pero tu siempre me has dicho que quieres ser cenizas al viento me replicaste,
solo pude sonreírte, mire tus ojos y sentí porque era tan feliz, solo porque
estabas a mi lado.
Volví
mi rostro y estabas allí otra vez, ahora subido a una losa mirándome,
sentí que esa mirada me estaba acompañando desde que había entrado.
Mira, te dije, ahí esta otra vez nuestro acompañante.
Mira, te dije, ahí esta otra vez nuestro acompañante.
Eras
de un color gris casi negro y tu mirada era tan pesada como la losa en la que
estabas subido, tu boca se abría y cerraba presa de un aburrimiento que me aturdía.
Cogí
mi cámara y te dispare, así estarás siempre conmigo pero tu ni te inmutaste.
Probé
a acercarme a ti y desapareciste, volví y mire otra vez tus ojos, allí estabas pálida,
delicada, hubiera dado mi vida por sumergirme en tus ojos pero solo pensé en
hacerte feliz, muy feliz.
Vámonos,
te dije, te acercaste a mi, me sonreíste y apoyaste tus labios en
los míos, eres un amor, me dijiste, no podía ser mas feliz, salimos de allí seguidos
por aquella figura gris.
Al
atravesar la puerta me volví, estabas allí en medio de la puerta, plantado y
abriendo tu boca.
Te sonreí
y guiñe un ojo.
Gire
mi cabeza un instante y habías desaparecido, jamás sabré la tumba de la que
saliste para acompañarme, pero solo tengo una palabra para ti
Gracias
Precioso, Rafa. Me encanta la ternura que pones en tus historias. Un abrazo
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