Sumidos como
estábamos en degustar aquellos aromas empecé a entender el trance donde me
había metido, pero lo entendía con una felicidad rara en mí. Comprendí hasta qué
punto puede afectar aquel néctar jamás probado por mí.
Al poco de
entrar observe a un tipo que nos miraba. Al principio no le di importancia pero
pronto me molesto tanta insistencia – Jose, amigo, mira a aquel tipo que no
deja de mirarnos – le dije. El, cómo si no le importara, prosiguió con su
charla y con sus risas.
Un par de
minutos después, en un instante estaba la espada de Jose en la garganta del
individuo – decidme vuestro nombre y que hacéis aquí – le pregunto acercando su
cuerpo a él y presionando a la vez su angustiada garganta.
Era aquel un
tipo mal encarado, su barba de muchos días, su ropa raída y una piel sucia eran
sus señas de identidad – responded, voto a bríos, estáis agotando mi paciencia
– Pero aquel individuo no respondía, si acaso una leve sonrisa intentaba asomar
a la cara.
Sois caro de ver,
le dijo de improviso, pensé que conocerías a tu amigo Braulio, José intento recordar aquella cara sin
conseguirlo, Braulio ¿Qué Braulio? le
respondió. Tu amigo de la venta de
Sevilla, el de la capa roja ¿no me recuerdas? Por más que intentaba recordarlo
no podía.
Descúbrete y
ponte en pie, le dijo con voz enérgica, pero aquel tipo no reacciono. Poco a
poco se fueron arremolinando los pocos compañeros de bebida que quedaban, uno
de ellos le saco el sombrero de un manotazo, Braulio no, le dijo, ¿os acordáis
de mí? le pregunto el a su vez.
Su rostro
cambio, por un momento parecía haber visto un fantasma, Martin miraba la acción
como poseído, su respiración acelerada y su corazón latiendo a mil por hora le impedía
tener miedo. Detrás de José se sentía protegido.
¿Recuerdas la
taberna de Salamanca donde dejaste sin ojo a aquel camarero?, el personaje lo
contemplaba horrorizado, ese camarero era yo, pardiez que no te voy a sacar un
ojo sino dos. José lo marco con la espada, dime quien eres, te lo digo por última vez.
El personaje se
dejó caer en su banqueta, su sonrisa había desaparecido dejando paso a un gesto
de horror terrible, se sentía derrotado. En un instante quiso echar mano a su
espada pero aquella acción le resultó fatal, al momento yacía ensartado con la espada de Jose.
Al contrario de
lo que creí luego que sucedería, mi reacción a estos acontecimientos fue nueva
para mí. Mi boca seca, mi corazón latiendo a mil por hora y mis brillantes ojos
me daban una expresión nueva. Jamás pensé que vería matar a un hombre con tanta
indiferencia.
Lo que ni Jose
ni ninguno de los presentes habíamos observado es la marcha apresurada de un
personaje en cuanto todo acabo. Era este un ser común, yo diría que era su
apariencia la que pasaba desapercibida. Lo que yo no podía imaginar era la
cantidad de problemas que me provocaría después….
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