Desde hacía un tiempo dormía mal. Lo cierto es que le atenazaba un doble
sentimiento. Por un lado tenía muchas ganas de hacer ese viaje, casi imposible
por otros medios, pero el miedo a esa experiencia nueva le preocupaba.
Todos los días volaban cientos de aviones y casi nunca pasaba nada, pero
ese era el objeto de sus preocupaciones. Era una persona inteligente y sabía lo
que es el cálculo de probabilidades, por eso sabía que aunque fuera ínfima había
la posibilidad de que todo saliera mal en ese vuelo y eso le desesperaba.
Aquella noche había dormido especialmente mal, lo achaco al nerviosismo del
viaje pero en el fondo sabía que la verdadera preocupación no residía en el
transito sino en la situación que se crearía al aparecer allí.
Ese viaje era el objeto de muchos meses de cavilaciones, lo cierto era que
le había costado mucho dar este paso, la eterna duda entre acertar o meter la
pata le torturaba casi todas las noches. Creía que era una situación pasajera
pero con el paso del tiempo comprobó que tenía un nuevo compañero de viaje.
Quedaban lejos las primeras noches en las que quiso distraer la situación a
base de alcohol, malas compañías e incluso algún conato de pastillas, pero poco
a poco se acostumbró.
Al pisar el avión sintió una fuerte sensación de ahogo, era el momento de
iniciar una nueva vida y este era su pasaje hacia el amor y un futuro lleno de
vida y alegría. Todo cambiaría en aquel vuelo, tenía la corazonada y por eso
alternaba los momentos de euforia y de pena por toda la vida que dejaba atrás.
La sensación fue intensa, con el primer empuje el corazón se le encogió,
con las manos tensas se aferró al asiento tratando de ocultar su miedo, miro a
su alrededor y contemplo a una anciana que la observaba sonriendo levemente,
tranquila le dijo, agárrate a mi si quieres.
Poco a poco el impulso cedió, su corazón alborotado empezaba a volver a la
normalidad cuando ocurrió.
Casi no se enteraron. Un ruido intenso a su espalda y una ola de fuego que atravesó
todo. Solo le dio tiempo a contemplar el rostro de la anciana que le miraba
desencajada.
Un relato impresionante, Rafael. Me ha gustado mucho cómo reflejas los sentimientos encontrados, la lucha entre el miedo y las ilusiones por lo que le espera al final del camino. Y el desenlace con esa última visión del rostro de la anciana. Felicidades y un abrazo muy fuerte
ResponderEliminarNo lo merezco y mas tratandose de una escritora a la que sig y admiro. Pero lo tomo como un apoyo, tu magnifico apoyo, mil gracias por perder un poco de tu ocupado tiempo contigo.
EliminarNo te merezco. Gracias. Un abrazo.