Mi abuelo era labrador
Cuando comenzó la guerra le hicieron alistarse en la zona roja ya que ellos mandaban en su pueblo.
Conservó la vida al confundirlo herido con un muerto, pero eso no le libró de campos de concentración y cárceles franquistas.
Después de más de media vida perdida volvió a casa como un proscrito, sólo pudo dedicarse a servir en una gasolinera y a ejercer de peón.
Pese a eso con los años consiguió hacerse con una finca que cuidaba como si fuera un hijo más.
Cuando yo era adolescente compartimos charlas, ideas y sueños. Un día me dijo:
Rafa, cuando en una finca quieres cambiar el cultivo lo más importante es arar el campo para eliminar raíces y semillas del cultivo anterior y eso en España no se ha hecho. Tendréis dentro de poco asumir las consecuencias.
Lo cierto es que no le di importancia entonces pero cada día que pasa veo que aquel hombre, simplemente un labrador, que nunca tuvo una palabra mala para nadie tenia razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario