Mi infancia fue difícil, los recuerdos se difuminan entre la lluvia y los humos de Bilbao, pero aquel día lo recordaré siempre, apenas fallecido mi padre, me echaste de casa.
Me encanta ver el paisaje desde las ventanas de mi caserío.
A partir de ese momento todos mis recuerdos se tiñen de gris, de ese color que tamiza la lluvia al pasar por las chimeneas, esa lluvia que cae un día sí y el otro también.
Tengo sueño, ese sueño que no termina nunca, que me impide a veces hasta sonreír, pero hoy no quiero acostarme porque tengo miedo, miedo a no despertar.
Y un día llegaste tú, ¿qué haría ahora sin ti?
Te recuerdo recién nacido, como lloraba de alegría al verte, a ti, que eres mis ojos, mi corazón y mis suspiros. Sé que tu vida es más difícil aquí en el caserío, pasando los días cuidándome.
Este verde me tiene enamorada, me pasaría horas mirándolo y soñando correr por encima de la hierba con mis pies descalzos, tirarme al suelo y levantarme una y otra vez.
MI vida junto a ti no fue fácil, incluso llegué a pensar que no existía la felicidad más que en la televisión, hasta que un día la enfermedad te llevo. Deje el piso y me vine aquí arriba.
Después vinisteis vosotros, al principio os temía, pero poco a poco me enseñasteis a confiar, y esa tranquilidad que siento cada noche cuando os siento a mi lado aunque no os vea... pero no puedo dejar solo a mi hijo, es lo más bonito de mi vida, a el no.
Hoy he visto la cara que has puesto al decirte que nunca me habían regalado una flor, has ido a comprarme una preciosa, he visto la ternura de tus brazos, y el amor en tu mirada.
Pero debes comprenderme…
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