Hace un rato me ha llamado un antiguo
compañero de trabajo. Además de la afectación por el plan de prejubilación
recuerdo que no teníamos nada en común sino el trabajo en la misma empresa.
Después de las preguntas de rigor me ha
preguntado el porque de no dedicarme a descansar después de tantos años de
trabajo. Mi respuesta creo que le ha molestado, descansar de que, le he dicho,
uno descansa cuando está cansado.
Después de unos segundos de pausa me ha
soltado una retahíla de razones que le justificaban el no hacer nada más que
vegetar, eso sí en justa correspondencia a una vida llena de esfuerzos y
responsabilidades.
Mi recuerdo de su periodo de trabajo,
estaba en un departamento que no correspondía a mi dirección, era el de un
trabajador correcto, sin excesos ni defectos, una persona que realmente pasaba
desapercibida en un entorno sumamente activo como era el nuestro.
Me he reído, te estaba tomando el pelo,
le he dicho. Pero yo he tomado otra opción, Ya lo veo en tus redes sociales, ha
contestado, y rápidamente ha cambiado de tema y me ha pasado a narrar sus
largos periodos de contemplación y descanso que modulan su vida actual.
Después de colgar he entendido la
verdadera suerte que he tenido al facilitarme la vida esta segunda oportunidad para desarrollar todas esas aficiones y
deseos que han sobrevolado mi vida todos estos años.
Fijaos, si alguien me
hubiera dicho hace diez años que hoy podría estar desarrollando todo lo que
hago lo hubiera tildado de loco.
Y mucha culpa es vuestra, es de las
personas que día a día me apoyáis y
soportáis, las que me dais opciones y oportunidades de trabajar con vosotros y
a vuestro lado en todas esas cosas que me apasionan, que me hacen feliz.
Que conste que respeto profundamente
cualquier otra opción, pero para mi la mía es la ideal…
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