Cada día es una aventura.
Una aventura que puede tener mil y una formas, puede ser alegre, feliz,
ingenua, triste e incluso cruel.
Pero esta aventura que quiero narraros hoy no será única, incluso os podrá resultar
conocida porque está basada en un sueño y todos soñamos alguna vez.
Hay dos clases de sueños, los que deseamos y los que nos asaltan en
cuanto cerramos los ojos.
Y es uno de estos primeros el protagonista de esta historia, un sueño de
los que tenemos con los ojos abiertos y que surgen solamente con desviar la
mirada.
Ella soñaba casi todos los días, bastaba con sentarse tranquila al lado de
la ventana y al momento comenzaba su aventura. Una vez más pensaba que salía de
ese cuerpo que la atormentaba y comenzaba a volar como si fuera un pajarillo.
Incluso uno de aquellos días se sintió una mariposa, la más bella mariposa que recorría
el jardín, pero al sonreír pensaba que no quería tanto, le bastaba con un
poquito para sentirse feliz.
Aquel día, decía, quiso subir más alto. Imagino que podía llegar a esas
nubes que aquella tarde tapaban el sol, no tuvo ni que desearlo y ya estaba allí
arriba, poco a poco otros pájaros la rodeaban intrigados, les debía de parecer hermosa, ella la más hermosa…. No deseaba
tanto, no podría soportarlo.
María, le hablaron al oído, vamos al baño. La enfermera empujo la silla de
ruedas y se la llevo.