lunes, 16 de diciembre de 2024

Cuando desperté



Cuando desperté ella no estaba ya. Me acerqué a la cocina y desayuné, en la ventana del salón había un sol maravilloso así que me senté en el sofá y me dejé inundar por él.

Poco a poco mis ojos se cerraron y apoyada mi cara en el tejido caliente me sumí en un sueño reparador.

Tiempo después desperté, tenía hambre por lo que me dirigí a la cocina y comí.

Sonia no volvería hasta horas después y la casa se me antojaba vacía. Recorrí el pasillo pensando en ella, la cama hecha, todo en silencio, me paré delante de la ventana del salón y el calor me reconforto.

Segundos después mis ojos se cerraron, era tal la calma que no me pude resistir. Pasaron las horas y de repente oí la puerta. Tú regresabas. Te salí a recibir, me dijiste que te cambiabas y que pronto estarías conmigo.

Yo te observaba, jamás hubiera podido contradecirte, saliste al salón y te acomodaste en el sofá, yo me puse a tu lado, recuerdo que me acariciabas mientras yo me sentía feliz.

Me puse a ronronear y tú me dijiste que eras mi cielo, mi amor, mi sonrisa. Yo me acerqué a tu regazo y dejé que tus manos me acariciaran…


No quería nada más…




jueves, 12 de diciembre de 2024

Elena Serra

Caminaba por la calle y vi a una anciana que se apoyaba en la pared delante de mí. Me acerque y le pregunte si todo iba bien, me mareo, respondió. La cogí de la mano y le ayudé a sentarse en el suelo. En un momento varias personas se acercaron a ver qué pasaba, llame al 112. Enviaron una ambulancia, le di mi nombre y le dije que si la trasladaban al Clinic preguntara por mí. Le explique que era la responsable de Urgencias y que estaría pendiente de su ingreso.

Avancé unos metros y sentí la admiración de los asistentes a mi acción, unos me alababan y me sonreían, otros me señalaban con su mirada. Poco a poco abandone el lugar para dirigirme a mi casa.

Yo, Elena Serra, casada con Jordi Amare, ama de casa con tres hijos y heredera de mi padre, Joan Serra, una de las personas más ricas de Lleida, necesitaba algo más que ser esa abnegada ama de casa. Estaba Nuria que se encargaba de los niños y de la casa, Dolores que se encargaba de las comidas y Sole que, teóricamente estaba a mi servicio, pero todo esto me aburria. Necesitaba algo más, por eso poco a poco empecé a adoptar personalidades que me hubieran gustado tener en mi vida.

Esta, la de la doctora era la que mas me gustaba, pero había probado con otras, la de abogada. Recuerdo que recorría los pasillos de la Ciudad de la Justicia con mis pantalones ajustados, mi chaqueta y un maletín. Dentro de el muy pocas cosas, me encantaba sentarme en la cafetería y escuchar, a veces en una mesa próxima los lamentos de personas que se quejaban de altos precios de abogados, perdone, interrumpía, soy Elena Hernández, fundadora y socia de Hernández y Soria abogados, le paso mi tarjeta, nosotros la representaremos y mucho mas económicamente, somos especialistas. 

Una tarjeta con datos y números falsos pero que por un momento habían creado en mí una ilusión etérea pero verdadera, de una vida que no existía pero que estaba en mi imaginación. Ahora estaba con la medicina, después no sé, vendría otra etapa en la cual yo, Elena Serra, seria algo mas de lo que soy ahora, una madre desocupada que ve crecer a unos hijos distantes con un marido para el que solo soy la heredera de Joan Serra…