Llevaba semanas pensando en aquel viaje. Al principio parecía que se torcía, porque innumerables inconvenientes hacían tambalearse la idea.
Pero poco a poco fue tomando forma, primero con las fechas, en su oficina estaban acostumbrados a que María no cogiera vacaciones, y ese año les desbarato.
Siempre habían hecho los calendarios sin pensar en ella, pero este año sería distinto. Todas las facilidades y buenas caras cuando durante esos años había cedido se transformaron en reproches y exigencias.
Una vez más pensaban solo en ellos.
Pero se aferró a la idea, ella, la eterna solitaria este año quería cambiar, quería disfrutar, aunque solo fueran unos días, de las sonrisas y aventuras que traían sus compañeros al regresar.
La idea surgió una tarde sentada delante de la televisión, aquella película en la que una alemana rubia ya entrada en años y en quilos encontraba al hombre de su vida en un balneario (con múltiples tropiezos y equívocos en el camino) le dio la idea.
De este verano no pasa.
Se miró al espejo y descubrió a una mujer morena rozando la cincuentena, se recorrió de arriba abajo, no se cuidaba habitualmente, pero su figura no estaba mal, delgada y alta. Sonrió.
Mañana empiezo.
Había un salón de estética muy cerca de casa, había pasado por la puerta innumerables veces, y aquel día entro. Les explico lo que quería y lo que significaba para ella. Quedaron encantadas ante aquel reto.
No llevaba la cuenta de cuantas veces acudió, sus manos cambiaron, ese pelo otrora descuidado dio paso a una hermosa melena, tratamientos y enseñanzas cambiaron la forma de verse y de mirarse ante un espejo.
María estaba cambiando.
No modifico sus hábitos en el trabajo, pero comenzó a mirar ropa, sandalias, zapatos, bolsos que poco a poco le ilusionaban. Tantos años sin descubrir un color, el rojo, tantas miradas sombrías con lo sencillo que era sonreír.
Llegaba a casa ilusionada, pensando en lo que le podía faltar, en sí se atrevería al día siguiente a entrar en aquella tienda de lencería que no se había atrevido hoy y se ponía a mirar aquel folleto que quería que fuera el comienzo de su nueva vida.
Allí veía su foto: “Hotel Palacio de los patos”. Tenía muchas ganas de conocer Granada. Hasta la habitación tenía nombre “The Dreamers Room” La habitación de los sueños, de sus sueños…
Y llego el gran día. Arrincono la ropa antigua, se vistió con un esbelto vestido falda pantalón y bajo al taxi. Las tres maletas que le acompañaban iban a ser su mundo a partir de ahora, trátelas con cuidado le dijo al conductor.
Una vez sentada volvió la cabeza hacia el patio de su caso y sonrío.
Adiós María, hola María dijo en voz alta.
El conductor del taxi la miro, movió la cabeza a los lados y pensó:
Qué mal está el mundo…