sábado, 9 de diciembre de 2023

Sara adoraba la música




Le hacía portar a mundos que jamás conocería y vivir experiencias prohibidas para ella.

Todas las mañanas seguía la misma rutina, era la mayor ventaja de vivir sola. Ya podía llover, nevar o inundarse la ciudad que como cada día a las 8 en punto fichaba en su oficina, el almuerzo de 9:30 a 10 y hasta las 15:30 en punto que volvía a fichar, solamente la acompañaba la soledad de una mesa con mil papeles y un viejo ordenador.

Sara no se relacionaba con nadie, a veces la confundían con un mueble, perfectamente metódica y eficaz, entendía ese trabajo como un desarrollo de su forma de vivir.

Sus compañeros la observaban apenados e intentaban imaginar cómo sería la vida de Sara una vez fuera de aquellos muros. Ninguno podía imaginar la explosión de vida que sufría al adentrarse en aquella habitación.

Tenía en su casa una habitación pintada en color rosa muy pálido, una ventana protegida por un cristal azul claro la acercaba al mundo exterior. En su centro una silla y una mesa que se completaba con un espectacular equipo de sonido.

Sara llegaba a casa y comía como un pajarito, picaba esto, aquello, por la noche solía cocinar, pero cocinaba para varios días, el resto del tiempo lo repartía entre aquel espartano dormitorio y esa habitación.

Un poco después de comer se introducía en otro mundo, Sara dejaba de ser la persona que veían todos y surgía la poeta visionaria que recorría mundos de amor intransitados, puestas de sol incombustibles de color rojo pasión, pasión como la que Sara volcaba en sus poemas deshaciendo en pequeñas frases su corazón.

Solo escuchaba unas pocas canciones, no oía nada más. La consecución de temas y esa ventana azul eran su vida, su inspiración, una inspiración que hacía brotar amores imposibles que con su pluma se transformaban en abrazos a la luz de la luna o en noches de pasión interminables, donde siempre dos gotas de agua se encontraban y terminaban sumergidas en ese mar imposible que es el amor.

Unos poemas que eran solo para ella, que sabía que no saldrían de aquella habitación y eran una parte imprescindible de su segunda vida, la más importante.

Ya de noche, agotada, Sara salía de aquella habitación, le aburría estar fuera de ese mundo que tejía poco a poco, recordaba un poco a su familia, alguna llamada y el descanso.

Al acostarse su mirada se perdía en la puerta de su habitación rosa y sonreía, un día de estos entraré para no salir nunca, pensaba, y poco a poco se sumergía en un sueño que estaría guiado por unos versos estériles, que nunca llegarían a crecer delante de los ojos de otras personas.

Eran como la vida de Sara, una larga soledad que nunca vería el sol de una sonrisa ni la ternura de unos brazos que la rodearan….


 

2 comentarios:

  1. soledad para escribir, o escribir por la soledada? dos caras de un folio que necesita ser escrito.

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  2. La vida de Sara: un homenaje a la soledad y a su forma de vivir. Te felicito por sumergirnos a sus rutinas y por desmenuzarnos unos pocos secretos de su existencia. Adorar la música ya dice mucho de ella ya que es un lenguaje de almas por excelencia y no de idiomas. Nos acercas con tus notas un poco al arte y a la paz. Un abrazo infinito.

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